Entrevista a Mª Jesús Fuentes Rebollo
Mª Jesús Fuentes Rebollo es profesora del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Málaga. Colabora con el Servicio de Protección de Infancia y Familias de la Delegación Provincial de Málaga y las ICIF (Instituciones Colaboradoras de Integración Familiar) ‘Hogar Abierto’ e ‘Infania’ de la capital malagueña.
¿Qué caracteriza al acogimiento en familia ajena de otros tipos de acogimiento?
El acogimiento con familia ajena, comparado con el residencial, tiene la especificidad del contexto familiar en el que se desarrollan los niños y niñas. Dicho contexto se considera el más idóneo para satisfacer las necesidades afectivas y relacionales que tienen la infancia y la adolescencia.
En relación al acogimiento con familia extensa, la familia ajena tiene la característica diferencial de la ausencia de relación familiar entre el acogido y la familia acogedora, lo cual puede plantear algunas ventajas y, en algunos casos, ciertos inconvenientes para la adaptación y desarrollo de los niños y niñas.
¿Podemos establecer un perfil genérico del menor acogido (circunstancias socioeconómicas, entorno familiar, etc.)?
Las circunstancias socioeconómicas y el entorno familiar de los niños y niñas acogidos son similares a los de los menores que se encuentran en el Sistema de Protección de la Infancia. Es decir, familias desestructuradas, que reúnen varios factores de riesgo para la crianza y educación de los hijos, como problemas de drogadicción, prostitución, encarcelamiento y problemas de salud mental (psicopatías, deficiencia…) entre otros. Además, en estas familias suelen confluir otros factores, como la escasez de recursos económicos, bajo nivel de estudios, desempleo y ausencia de redes de apoyo familiar y social. Por tanto, más que en las características de las familias, donde se observan diferentes perfiles es en los niños y niñas acogidos, especialmente en función del tipo de acogimiento.
En acogimiento residencial cada vez es más frecuente la presencia de adolescentes, menores inmigrantes no acompañados y niños y niñas con discapacidad o graves problemas de conducta, mientras que los niños y niñas sanos, de menor edad y sin graves problemas o discapacidad se encuentran con mayor frecuencia en acogimiento familiar.
¿Qué errores más frecuentes ha detectado a la hora de aplicar la fórmula de acogimiento y cuáles deberían ser las tendencias de futuro?
El futuro del acogimiento hay que buscarlo en la promoción de los contextos de desarrollo de la infancia que mejor respondan a sus necesidades. En este sentido, existe un consenso entre los investigadores en señalar que el contexto más adecuado para el desarrollo de la infancia es el que ofrece una familia.
Respecto a los errores en el funcionamiento del acogimiento familiar considero que hay que partir de una perspectiva histórica para realizar un análisis realista la situación actual. Es necesario considerar los avances logrados hasta el momento para identificar los logros, detectar los puntos débiles y tomar conciencia de todo lo que aún queda por hacer en este tema. Así pues, desde esta perspectiva, más que de errores se podría hablar de temas a mejorar en el acogimiento. Por otro lado, no se puede generalizar sobre el acogimiento familiar porque existen grandes diferencias en el funcionamiento y la amplitud del acogimiento en función de que se trate de familia ajena o extensa. Para ilustrar estas diferencias basta con señalar que, según las estadísticas aportadas por las distintas Comunidades Autónomas, en torno al 85% de los niños y niñas en acogimiento familiar están con familia extensa.
Volviendo la las cuestiones claramente mejorables en el acogimiento familiar destacaría las siguientes:
En acogimiento con familia extensa los temas a mejorar tienen que ver con la formación de los acogedores, la valoración de idoneidad y el apoyo o seguimiento, especialmente cuando los acogedores son los abuelos y los acogidos llegan a la etapa adolescente.
Respecto al acogimiento con familia ajena los esfuerzos de mejora podrían ir en la siguiente dirección: a) ampliar la red de familias dispuestas a acoger a niños y niñas con distintas características; b) mejorar los procesos de formación de los acogedores; c) especificar más los criterios de valoración de idoneidad en función de las características de niños y niñas a acoger; d) apoyar de forma continuada a las familias durante el acogimiento; e) crear servicios de “respiro” para los acogedores de niños con dificultades especiales o discapacidad; f) retribuir económicamente a los acogedores por los gastos ocasionados por los niños y niñas acogidos; g) lograr una mayor coordinación entre los profesionales de los equipos de intervención familiar y los que realizan el seguimiento del acogimiento para facilitar el retorno de los niños y niñas que se encuentran en acogimiento simple.
¿Hay alguna circunstancia que desaconseje el acogimiento familiar para optar por otras modalidades de protección al menor?
Como he señalado anteriormente, considero que el acogimiento familiar es el contexto de desarrollo más adecuado para la infancia y la adolescencia. Las circunstancias que pueden dar lugar a que se recurra a otras modalidades de protección pienso que tienen más que ver con la escasez, o falta de desarrollo, de algunos tipos de acogimiento familiar, que con la satisfacción de las necesidades de los niños y niñas. Por ejemplo, el sistema de protección necesita mayor número de familias profesionalizadas para tratar problemas de conducta graves, algún tipo grave de discapacidad, o una red mayor de familias dispuestas a realizar acogimientos de urgencia.
Solo se me ocurren dos situaciones en las que sería aconsejable otro tipo de medida de protección diferente al acogimiento familiar: una es el caso de chicos y chicas de más de 15 o 16 años, que no deseen vivir con una familia de acogida (ya sean inmigrantes no acompañados o no), en cuyo caso sería apropiado el acogimiento en casas tuteladas que promuevan su independencia; la otra situación también se refiere a chicos y chicas de más de 15 o 16 años, que tengan graves problemas de conducta, hagan difícil la convivencia familiar y necesiten tratamiento especializado de forma continuada.