Entrevista a Alicia Núñez Castillo
Alicia Núñez Castillo es licenciada en Psicología por la Universidad de Granada. Durante 15 años ha sido Psicóloga del Departamento de Acogimiento Familiar y Adopción y Asesora Técnica en Equipos de Menores. En la actualidad, es Jefa del Servicio de Protección de Menores de la Delegación Provincial para la Igualdad y Bienestar Social de Granada.
A su juicio cuando debe aplicarse el acogimiento familiar permanente, cuándo otros tipos de acogimiento y cuando la adopción?
Es sobradamente sabido que la familia es el contexto de convivencia más adecuado para el desarrollo armónico del menor y, por tanto, donde debe desarrollarse la vida de los niños. Es por ello, por lo que el acogimiento familiar no debe considerarse una alternativa a la institucionalización sino, todo lo contrario, el ingreso o estancia de los menores en los Centros debería producirse exclusivamente cuando no sea posible el acogimiento familiar.
Partiendo de esta premisa, se debe determinar qué modalidad de acogimiento es la más adecuada, para ello se debe de tener en cuenta una serie de cuestiones como son las circunstancias de la familia de origen (pronóstico de recuperabilidad) y del menor (edad, rasgos de personalidad, motivación, vínculos familiares…).
Cuando haya previsión de retorno a la familia de origen, el acogimiento familiar simple es el adecuado, siendo éste una medida temporal, cuyo objetivo fundamental es, precisamente, posibilitar en las mejores condiciones la vuelta del menor a su medio y, en tanto esto ocurre, poner a su disposición el ambiente normalizador de una familia. En este caso, la familia de acogida no sustituye sino complementa los cuidados que los padres, de manera temporal, no pueden proporcionarle.
En el acogimiento permanente no hay previsión de retorno del menor a su medio. Puede haber o no visitas con sus familiares, en función de determinadas variables, como por ejemplo, la vinculación existente con algunos de sus miembros (padres, abuelos, otros hermanos...), aunque en la mayoría de los casos de este tipo de acogimiento, la relación entre el menor y su familia biológica se produce. Este acogimiento es el adecuado cuando las condiciones jurídicas no lo permita, bien porque el menor no desee romper con sus lazos familiares, bien porque por sus características personales le dificulten el acceder a otra opción más estable e irrevocable como es la adopción.
Con respecto a la adopción hay dos cuestiones, por un lado que el menor pueda acceder a la adopción, es decir, que las condiciones personales, sociales y jurídicas lo permitan, y por otro lado, que se disponga para ellos de familias, ya que suele haber, para niños de determinadas características, más familias solicitantes de acogimiento, que familias que soliciten la adopción.
Cuando ambos aspectos se dan, disposición del niño y disponibilidad de familia, la adopción es el recurso más adecuado y completo, ya que mediante esta figura lo convierte en hijo, equiparándolo a la filiación por naturaleza de manera definitiva e irrevocable.
¿Cómo son las relaciones del menor acogido y su familia biológica? ¿Qué problemas son los más frecuentes y con qué tratan de solucionarlos?
Las relaciones entre el menor y su familia biológica se regulan con anterioridad al acogimiento y, como a lo largo de todo el procedimiento, se prima el interés del menor por encima de cualquier otro interés legítimo. El documento que se elabora contempla todos los aspectos relacionados con él, frecuencia, duración, lugar donde se van a producir, tutelaje o no de las visitas, objetivo… y todas las partes implicadas, familia biológica, familia acogedora y niño y los profesionales encargados de su elaboración, seguimiento y acompañamiento, es decir, los profesionales del Servicio de Protección de menores, de la ICIF (Institución Colaboradora de Integración Familiar) que trabajará con la familia acogedora y el ETF (Equipo de Tratamiento Familiar) que harán lo mismo con la familia biológica. Es, por tanto, un documento consensuado, debatido y aprobado con anterioridad al acogimiento por todas las partes implicadas.
Si bien es cierto que lo anterior es importante y necesario, pero no es suficiente. Para evitar la aparición de problemas es imprescindible el seguimiento y acompañamiento a los implicados a lo largo del tiempo de todo este proceso, analizando cada visita y, favoreciendo la adquisición de herramientas y habilidades para que las relaciones entre el menor y su familia se produzcan de manera adecuada y para que la familia acogedora las viva de manera positiva. Se requiere, por tanto, de manera permanente, ir ajustando las expectativas al objetivo que se persigue, evitando, así la aparición de dificultades y, si éstas aparecieran, permite subsanarlas en su estadio inicial.
En ocasiones, los medios de comunicación muestran casos dramáticos en las que el menor acogido se niega a volver con su familia biológica. ¿Qué es lo que ha fallado para que se den este tipo de situaciones? ¿Qué se debe hacer para evitarlas?
Si bien es cierto que situaciones así se dan, no son frecuentes. Estas situaciones hay que evitarlas porque generan un enorme sufrimiento en todos los implicados. Generalmente, cuando se producen es que algo ha fallado a lo largo de todo el proceso anteriormente descrito. Bien porque no se ha hecho un estudio, diagnóstico y pronóstico ajustado a la realidad, planteando una modalidad y unos objetivos del acogimiento que no es la adecuada, bien, porque no ha habido un estrecho seguimiento del régimen de relaciones familiares y su repercusión en cada uno de los implicados.
Cada acogida precisa un diseño específico y debe ajustarse atendiendo a las peculiaridades y a las necesidades del niño, de la familia y del pronóstico de la realidad socio-familiar. En todo momento, los implicados en la acogida deben tener perfectamente definido el marco en el que se encuentran así como los objetivos a conseguir y los plazos de tiempo para su consecución.
¿Qué consejos darías a una familia que desee acoger a un menor?
En primer lugar, les aconsejaría que analicen en profundidad cuales son las motivaciones reales que les lleva a plantearse un acogimiento. Igualmente, deben reflexionar, no sólo los solicitantes, sino todos los miembros de la unidad familiar, sobre cuales son sus expectativas, es decir, que cosas están dispuestos a asumir y cuales no, como el régimen de visitas, la temporalidad del acogimiento, características de los menores, y cuales son los aspectos que más les preocupan de la acogida.
Una vez que tengan claro estas cuestiones deben solicitar a los profesionales competentes para ello, la máxima información sobre las distintas modalidades de acogimiento y sus especificidades.
Conjuntamente, profesionales y familia deberán analizar motivaciones y expectativas, de manera que estas se adecuen al máximo al tipo de acogimiento que van a solicitar.