Entrevista a Ana Rodríguez Martín
Responsable del Área de Menores del Centro Reina Sofía, Fundación de la Comunidad Valenciana para el estudio de la Violencia.
¿Qué caracteriza, hoy día, a la información emitida en España sobre violencia ejercida por menores o sobre menores?
En estas tres últimas décadas se han realizado diversos análisis de contenido, en los que se ha intentado evaluar sistemáticamente la presencia de la violencia en la televisión. El más extenso y riguroso de estos estudios ha sido el realizado recientemente por diez investigadores de la Universidad de California en Santa Bárbara. Podemos señalar rasgos contextuales que pueden hacer que un contenido violento induzca mayor imitación y que de alguna manera pueden ser comunes en España, algunos de ellos son:
• El humor como compañero o no de la violencia, es decir, la presencia de humor parece contribuir al aprendizaje de la violencia.
• El grado de realismo de la violencia: hay numerosos estudios que ponen de manifiesto que son más peligrosas para los espectadores las representaciones realistas de la violencia que las irreales. Cabría inferir por tanto que la violencia de los dibujos animados es relativamente inocua. Sin embargo, la investigación científica hecha con niños muy pequeños pone de manifiesto lo infundado de esta conclusión. Lo que le parece irreal a un espectador maduro puede parecerle completamente real a un niño pequeño.
• La extensión y carácter gráfico de la violencia. Un ejemplo muy explícito podrían ser algunos videojuegos violentos que actualmente están en el mercado.
• Y sobre todo la naturaleza de la víctima y del agresor. Lo más probable es que los espectadores reaccionen y presten más atención ante modelos que se perciben atractivos y agradables.
En cualquier caso, para que la violencia real se produzca, se requiere del concurso de varios factores, ya sean estos de tipo individual, familiar o social.
¿Sabemos informar sobre violencia e infancia? ¿Qué recomendaciones daría para cubrir estas informaciones?
A la hora de informar sobre infancia y violencia el periodista debe ser parte de la solución, no parte del problema. Por ello, sería recomendable tener en cuenta las siguientes sugerencias, fruto de la opinión de 775 profesionales de la información de toda España, periodistas de otros países y expertos que han participado en el Foro Internacional “Infancia y Violencia”, organizado por el Centro Reina Sofía en Valencia (marzo de 2007):
• Informar de los sucesos relacionados con niños como si estos fueran tus propios hijos. Es decir, ponerse en el papel de las familias afectadas. A la hora de informar de estos asuntos no vale todo: la protección de menores es un derecho fundamental reconocido internacionalmente y como tal debe respetarse. Los menores son sujetos de derecho con plenos poderes.
• Respetar la privacidad y confidencialidad de los menores, sean víctimas o agresores. En ninguno de los casos publicar su identidad, imagen, ni datos de su entorno que contribuyan a su identificación.
• Centrar más la atención informativa en el agresor y no tanto en la víctima. Evitar tanto la demonización del agresor como la justificación de sus actos. Somos periodistas, no jueces. No caer en la victimización de los menores que padecen violencia.
• Evitar los detalles sobre el
modus operandi de los agresores que puedan provocar un efecto de imitación. Ser muy cuidadosos con la información y el lenguaje, y no difundir las imágenes grabadas por los propios jóvenes.
¿De qué manera afecta a la infancia y adolescencia la recepción de mensajes violentos a través de los medios de comunicación?
Desde principios de los años 60 distintos autores han puesto de manifiesto que la violencia filmada tiene efectos de diversa índole sobre la violencia real. Tales efectos pueden ser de tipo emocional, cognitivo o conductual.
Entre los efectos emocionales cabe destacar la
desensibilización. El término hace referencia a la disminución de las reacciones emocionales como resultado de una exposición frecuente o reiterada a contenidos violentos. De este modo, las reacciones de ansiedad y sufrimiento ante el dolor de las víctimas y la crueldad de las acciones se van debilitando poco a poco.
Entre los efectos cognitivos de la violencia en los medios de comunicación destacamos el efecto del cultivo. Partidarios de esta teoría argumentan que los medios de comunicación y fundamentalmente la televisión, moldean y mantienen las construcciones que el público hace sobre la realidad.
Entre los efectos conductuales cabe destacar el efecto del modelado o aprendizaje por observación. El termino “
modelado” significa que las personas aprenden conductas por observación de modelos, sean éstos reales o simbólicos.
¿Como deben actuar los padres a la hora de hacer frente a la recepción de mensajes violentos por parte de sus hijos?
La afectividad y el control de la conducta de los hijos son esenciales para una crianza equilibrada. Resulta positivo un estilo parental democrático donde los padres comuniquen las reglas con claridad, las refuercen, pasen tiempo de ocio con sus hijos, sean conscientes de la educación de los menores mostrando desagrado y enfado en respuesta a la conducta inapropiada y también se muestren satisfechos y apoyen la conducta constructiva del niño. Entre todas las posibles combinaciones, aquella que une la falta de afecto y atención y la ausencia de normas es la que produce consecuencias más desastrosas en el proceso de socialización.
La mayoría de los programas televisivos incluyen temas más o menos violentos como un medio para entretener. Por ello es fundamental que los padres estén presentes en la medida en lo que puedan cuando los menores estén viendo cualquier programa, película o estén jugando a cualquier videojuego.
Los padres deben procurar ver la televisión con los hijos, haciéndoles las observaciones pertinentes para constatar su irrealidad, cuando sea el caso, o contrarrestar su potencial influencia negativa mediante alternativas constructivas. Deben ser conscientes de los riesgos asociados con ver la televisión, sin hacer excepciones con espacios infantiles, como los dibujos animados, considerados a priori inocuos.